sábado, 10 de abril de 2010

MILONGA PARA MI PERRO

Si el hombre se vuelve malo
al hombre lo llaman perro...
El perro es un río largo de amistad y de recuerdos.
Si el hombre se vuelve malo al hombre lo llaman perro...
Cuando un lazo de tristeza
me viene envolviendo el alma,
mi perro se la hace suya y enseguida me acompaña.
Si el hombre se vuelve malo al hombre lo llaman perro...
A veces una esperanza
alegra la vida mía
y en el cencerro de su cola malambea la alegría.
Si el hombre se vuelve malo al hombre lo llaman perro...
Si tiene frío en la noche
tirita sin decir nada,y si el hambre lo persigue hace del hambre una almohada
para acostarse sobre ella aguardando madrugadas
y se duerme entre hambre y frío solito y sin decir nada.
Si el hombre se vuelve malo al hombre lo llaman perro...
¡Qué ofensa para mi perro compararlo a gente mala!
Si el hombre se vuelve malo al hombre lo llaman perro...

Autor: Horacio Guarany.

Escuchando a Horacio, viene a mi memoria un recuerdo de infancia que ha escapado al olvido y hoy precisamente, cuando llevo varios días viendo, oyendo y soportando la maldad humana –abusos, corrupción, latrocinio, asesinatos femeninos, etc..-, siento cómo los humanos nos hemos convertido en los peores seres de cuantos habitamos este planeta.
¡Qué ofensa para mi perro compararlo a gente mala!. Recuerdo a la vecina –la señora Patro- que vivía en la buhardilla y tenía un perro flaco, de pequeño porte; ninguno de los dos tuvieron suerte en la vida porque la señora Patro vivía de la caridad y lógicamente el perrillo también sufría las consecuencias. Cuando yo era pequeño la vecindad era algo que hoy no se podría entender, muchas veces era como la prolongación de la familia, la solidaridad sin recelo.
Un día la señora Patro se puso enferma y, presintiendo que su final estaba próximo, nos dijo que cuando ella faltara le diésemos el perro al señor Tomás –era ciego- para que le sirviera de lazarillo. El señor Tomás paraba en la taberna que había enfrente de mi casa. La señora Patro se murió y nosotros cumplimos su voluntad, le dimos el perro al señor Tomás. El pobre Noé, que así se llamaba el perrillo, se puso tan triste por la muerte de su ama que Tomás no era capaz de hacerle comer. Al segundo día incluso le compró carne fresca para conseguir que comiese, al final acabó en el plato de unos mendigos porque Noé no consintió en probar la comida que el señor Tomás le había preparado. El pobre Noé no sobrevivió más que dos días, prefirió no dejar sola a la señora Patro.

1 comentario:

  1. Que belleza de texto, y cuanta verdad hay en el D.Miguel. Me quedo con "la solidaridad sin recelo", que sólo aquellos que hemos tenido perro, conocemos en toda su plenitud.
    Un abrazo.

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