viernes, 26 de febrero de 2010

Coplera del prisionero



Estamos prisioneros, carcelero
yo de estos torpes barrotes
tú del miedo
Adónde vas que no vienes
conmigo a empujar la puerta
no hay campanario que suene
como el rio de allá afuera

Como el que se prende fuego
andan los presos del miedo
de nada vale que corran
si el incendio va con ellos.
No sé, no recuerdo bien qué
quería el carcelero, creo que una copla mía
para aguantarse el silencio

No hay quien le alquile la suerte
al dueño de los candados
murió con un ojo abierto
y nadie pudo cerrarlo

Le regalé una paloma
al hijo del carcelero,
cuentan que la dejó ir
tan solo por verle el vuelo
qué hermoso va a ser el mundo
del hijo del carcelero.
Es cierto, muchos callaron
cuando yo fui detenido
vaya con la diferencia, yo preso,
ellos sometidos.

A. Tejada Gómez.
En versión musical Horacio Guarany nos deleita con esta hermosa canción en su disco "Luche, luche" editado por Fonogram - Madrid 1977

Como mi caminar es lento, me he detenido a pensar si estos cuatro últimos versos podremos escucharlos en boca de Baltasar Garzón, al que aplicando el sabio refranero: no hay dos sin tres o a la tercera va la vencida, pretenden sumir en la noche de los tiempos para, que de una vez por todas, deje de decirnos quienes son los delincuentes -por excelencia- de esta España nuestra o, para decir mejor, más exactamente, suya.
Los sometidos son los gobiernos que supuestamente deberían tener su base en la izquierda y, mirando para otro lado cuando las leyes que promulgan se disuelven como azucarillos en el café de la derecha, lo único que se les ocurre es dejar pasar el tiempo. En sus cabezas deben perdurar sólo los malos recuerdos del pasado y la derecha montaraz, que lo ha descubierto, aprovecha para que su débil conciencia lo tenga siempre presente
La paradita ha sido de asiento así es que he tenido tiempo también de preguntarme cómo es posible que los súbditos de este reino podamos soportar tantas y tantas ignominias. La conclusión no es muy difícil, éste es el reino de las “belenes esteban”, creo que las hay por millones y las tienen reservadas para que nunca nos falten, y si llegase el momento en que eso sucediera tendremos tres partidos de futbol y dos de baloncesto cada día, no nos preocupemos que siempre tendremos divertimento.
Los medios son un arma cargada de futuro para el embobamiento de la muchedumbre. La derecha lo sabe ¡vaya si lo sabe! El pan y circo de Juvenal hoy, veinte siglos después, tiene plena vigencia.
La derecha de este país sigue siendo la derecha tenebrosa que impregna y domina el tejido institucional de este reino. Es la derecha que tiene su más insigne representante en la figura de Aznar, del Aznar que se queda mudo ante el acoso verbal de los estudiantes en la universidad, y sólo puede responder con el lenguaje de los signos, de los signos más rastreros.
Al día siguiente, el mismo episodio se repite en la persona de Ibarreche (“el terrorista y proetarra”)
¡Qué diferencia! La derecha civilizada es otra cosa, afortunadamente.
Veo que se me está haciendo tarde y he de reanudar la marcha. Otro día hablaremos del gobierno.
Mis mejores deseos para la andadura de Garzón, y si no le dejan mostrarnos la verdad, le agradeceremos que lo haya intentado.

jueves, 18 de febrero de 2010

Recuerdo de infancia



He vuelto de nuevo al barrio, el que acogió mi infancia y me vio crecer, el que me dio tantos momentos felices, en carestía, pero con muchos amigos. Era un barrio de perdedores, de gentes vencidas pero no derrotadas, donde los críos, ignorantes de las estrecheces de nuestro padres, éramos felices. El transcurrir del tiempo nos quitó la ignorancia y casi también la felicidad.
En el pasear tranquilo, el primer recuerdo que sacudió mi memoria, no sé por qué, fue uno de los peores. Al iniciar la bajada hacia la iglesia, brotó con prisa, con urgencia, como si estuviese atrapado en un espacio arruinado por un terremoto y del que tenía que escapar. Fue el día en que un nacido en mala hora, don Luis se hacía llamar, hijo de la tenebrosa España medieval que huele a misa rancia y cirio recién apagado, me cerró las puertas del Paraíso.
Yo acababa de confesar por primera vez y de vuelta a la calle, donde prácticamente vivíamos y crecíamos los chicos, entramos en pelea e insultos y cometí pecado.
En mi inocencia de cristiano temeroso de Dios, pretendiendo evitar el castigo divino por haber pecado, volví para nueva confesión. Cuando manifiesto al cura que he vuelto a pecar, transformado, como si en ese preciso momento el diablo hubiese entrado en su cuerpo, sale del lúgubre armario, y fuera de sí, me expulsa de la iglesia, advirtiéndome que la comunión es imposible en esas circunstancias.
Mis siete años cumplidos me impedían entender cómo aquel energúmeno henchido de odio me acababa de cerrar las puertas del Paraíso. Adiós al mundo intemporal y perfecto de los ángeles. Ya no podría disfrutar, desde La Altura, la visión de este mundo reducido e imperfecto. ¿Cómo guiaría yo los pasos en la tierra de mis seres más queridos si nunca estaría en el Paraíso? Aquel inmisericorde torturador de infantes pecadores e infieles acababa de meterme de lleno en el Infierno.
Aquello, que era asunto grave, en aquel momento era secundario para mí. Lo que verdaderamente me atormentaba era el día siguiente. Ya no podría ir con mi traje de marinero a recibir el alimento divino. No podía decírselo a mi madre, pero así lo hacía, aumentaría mi pecado y mi tormento no dejaba de crecer. Aquel siniestro individuo creó en mí una dolorosa conciencia que me acompañó mucho tiempo.
El hermano mayor de uno de nosotros, ajeno a nuestro grupo por edad, que ya estaba curado del cielo y del infierno, me enseñó cómo salir del atolladero y al día siguiente consumé la teofagia como si tal cosa. Entonces vi que algo no funcionaba bien porque su dios no me había visto comulgar en pecado. Entonces yo también empecé a curarme del cielo y del infierno, descubrí a aquel individuo siniestro, de piedad dura, capaz de enseñar a matar al moro y rezar en la misa de domingo por su alma infiel. Me hizo ver la claridad y renunciar a La Verdad Absoluta. Ahora sé que creo cuando no comprendo pero cuando comprendo ya no creo.
Siempre recordaré aquel 30 de mayo de 1956.

martes, 9 de febrero de 2010

Coplas de Juan Panadero


La caja de mi guitarra
no es caja, que es calabozo,
penal donde pena España.

Las paredes de la cárcel
son de madera, madera
por donde no sale nadie.

Las cuerdas son los barrotes,
la ventanita de hierro
por donde pasan mis voces.

Y las clavijas ¿qué son
sino las llaves que aprietan
la luz de mi corazón?

Ahora me pongo a cantar
coplas que llevan más sangre
que arenas tiene la mar.

Canto ahora a los caídos,
a los que estando en la tierra
ya están naciendo en el trigo.

Mi mejor luto será
echarme un fusil al hombro
y al monte irme a pelear.

Que nada me desalienta,
que un guerrillero es un toro
en medio de la tormenta.

Me hirieron, me golpearon
y hasta me dieron la muerte….
pero jamás me doblaron!

Ahora yo quiero nombrar,
no mi nombre, porque el mío
es como el de los demás.

Sangre de Gómez Gayoso,
sangre pura, sangre brava,
sangre de Antonio Seoane,
de Diéguez de Larrañaga,
de Rosa, Cristino y Vía,
valles de sangre, montañas!

Sangre de Agustín Zoroa!
Mar de sangre derramada!
Sangre de Manuela Sánchez!
Sangre preciosa de España!

No quiero seguir nombrando
más sangre, pues mi guitarra
también se está desangrando.

Mas aunque su voz se muera,
su voz seguirá cantando
a la España guerrillera,

Siempre seguirá cantando
y seguirá maldiciendo
hasta que el gallo del alba
grite que está amaneciendo.

Rafael Alberti.
Daniel Viglietti ha musicado este poema que, cantado por Soledad Bravo y la voz del propio Rafael, podemos encontrar en el album "Soledad Bravo Rafael Alberti", editado por CBS Madrid 1978.