sábado, 17 de abril de 2010

Pastora




Pastora bajó al arroyo para verse reflejada. Los toros muertos de sed la bebieron con el agua. Cómo te admiro Pastora, cuando en silencio te observo sólo existo para tí y ensimismado te ensueño. Tu canto de sirena me envuelve y apresa mi corazón que sólo quiere tenerte.
Ahora ya estoy contigo, perdido en el mar de tu pelo. Con mis manos te recorro acariciando tus ojos transparentes y negros de mar profundo. Tus labios, que están llamándome, estrecho entre mi boca y el ensueño y la distancia huyen en galopada.
Tus pechos dos lunas de plata escapando por mis dedos como peces que quieren volver al agua. Siento tu corazón como potro desbocado que junto al mío galopa.
Bajo tu vientre caliente, los muslos de irisado nácar son puertas infranqueables de un delicado tesoro; la llave de la pasión descubre el secreto oculto: una rosa profunda, húmeda de virginal rocío, se abre delicada y receptiva.
Entro en el reino de la fertilidad y siento tu sangre caliente, el placer carnal y puro nos eleva al infinito. Volaremos en esta primavera inmensa como Ave Fénix por cinco siglos.



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