viernes, 31 de diciembre de 2010

La cuchara


…El maltrato que había recibido, hizo que El Juli fuera un chico desconfiado con quien no conocía, que trataba de aislarse y sólo se relacionaba con los amigos de la cuadrilla, pero nunca se le endureció el alma. Le recuerdo con una cuerda que atada a la presilla de la correa, terminaba en el bolsillo derecho del pantalón y que ninguno de la cuadrilla sabía que ocultaba el extremo invisible de la cuerda. Cuando conseguimos vencer su resistencia, nos desveló el secreto: una cuchara.


Julián (1947 – 1961) llegaba a este mundo y, en el mismo instante, su madre salía de él. Las vecinas se hicieron cargo de la criatura y con ellas superó la infancia. El padre era un borracho consumado que había logrado eliminar la sangre de sus venas sustituyéndola por valdepeñas barato. Era un personaje del lumpen, violento y cruel, al que la vida nunca le había dado una oportunidad. Cuando no estaba en la cárcel, vivía levantando la cartera al que se descuidaba.

Antonio, el padre, había encontrado en El Juli la víctima propiciatoria en quien descargar sus emociones que siempre eran en forma de brutales palizas. El Juli no tenía alternativa y, ante quedarse en una paliza, optó por la huida. Se echó a la calle teniendo a partir de entonces el firmamento como techo.

Cada día se procuraba el sustento mendigando por las tabernas del barrio; para hacer más fácil la tarea y encontrar la mínima resistencia posible por parte del tabernero a la hora de suministrarle la comida, era por lo que llevaba su propia cuchara.

El pobre Juli nunca llegó a vivir, estaba predestinado a una muerte temprana, la miseria y el hambre fueron sus eternos compañeros hasta que una mala madrugada de enero, el sereno del barrio lo encontró más frío que un tempano en la escalinata de la iglesia. Tampoco el cura rezó por él.

El Juli se había liberado.


A todas las gentes que, como a él, la vida les pasa por encima como una terrible apisonadora.




No hay comentarios:

Publicar un comentario